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jueves, 4 de mayo de 2017

Sexto sentido

Te quiero sentir.
Rosarte, palpar tu silueta.
Consumirme, sí esa es la palabra,
quiero intentar acercarme más
a ver si dos llamas realmente se consumen.
¿Sientes?... Yo también.
Puedo perfectamente predecir el compás,
a través del cual se conectan nuestras sensaciones.
No quiero adornar palabras para ti,
sólo quiero que entiendas porque sigo a tu lado a la distancia.
Efimeros.
Así son nuestros encuentros tras tantos kilómetros,
distancia que me daña y maldigo,
no puede existir certeza tan cruel que separe un alma de otra,
es casi como si el tiempo se separase de la realidad,
aunque éste es relativo, está y no existe.
Pero aquí lo relativo es el encuentro, yo sé que existes
nada cuya existencia sea una incógnita se sentiría tan real.
En éste plano, en éste  mundo,
las calles, las esquinas, las aceras,
todas me hablan de tu presencia,
cada una de ellas recita historias de su estancia.
No es paranoia, es peor, es mi realidad de ti,
suspirada por sonidos incesantes, estruendosos.
Fugaz.
Generalmente el momento que vivimos es así,
sin importar cuando o donde,
la fugacidad se apodera de la situación.
Pero no, no es excusa y jamás lo será,
para advertirme el subconsciente que te sigo soñando.
Al cerrar los ojos, tú...
Entrelaza los dedos, deja fluir a tus labios,
permite seguir a tus pies, bloquea el paso a distracciones,
continúa batiendo el cabello, sigue como yo, disfrutando.
De tu estancia, tu fugaz presencia.
Tiempo.
Ahí me sostienes,
de la misma manera en la cual yo en el tuyo me sostengo,
pero siempre se nos escapa,
a estas alturas no sé si por diferentes usos del mismo,
tú viviendo mi futuro, yo acechando en tu pretérito,
pero las líneas meridionales no lo preevieron,
no esperaban cabos sueltos, no imaginaban nuestra estrategia.
En tus madrugadas soy noche o el final de alguna tarde,
dando pie a tu conversar y la mano a tu vivir,
socavando en las entrañas de tu versión más vulnerable,
pero siendo la columna que te mantiene de pie,
entre sonrisas distraída de las fauces de lo malo,
entre verdades carcomida, por la incógnita que siembro.
En las mías, tu eres mañana,
rocío de orquídea y musaenda,
café del inicio diario, destellos al brillo del sol,
una confidente libre de mis empeños impertinentes,
una secuaz peligrosa, que me seduce con su atención,
eres una lectura y quizá algún verso,
verduga de mis ganas de ti, recipiente de toda mi sed de alguien.
Presencia.
Como lo dije, o al menos traté de que así fuera,
tu presencia es el conjunto de sensaciones que me hacen sentirte aquí.
Cuando estás lo sé, imposible no hacerlo,
siento tu aroma a canela y rastros de albaricoque,
tu fragancia, impregnándose en mí, de recibirte como mereces. 
Como un balls coreografiado, como un ballet de sombras,
así se mueve por toda la habitación el olor de nuestro encuentro.
¿Si lo captas? Regala un toque de chocolate, para demostrar el júbilo,
se le sienten rastros de café,
pues todo encuentro es amargo, si antecede una despedida,
se cuelan también en el aire, áloe y tu piel,
uno claro porque me das paz,
el otro es más evidente, porque me das de ti.
Placer.
Suele ser culposo, casi siempre,
es para mí la definición perfecta del limbo,
el placer te lleva a todo, a errar y a corregir,
te hace equivocarte y al mismo tiempo a triunfar.
Es un puente.
Un puente que regala todo tipo de misterios,
se bifurca a arrojar gloria o pena,
se decide a adicionar o sustraer de la fórmula,
es pecado glorificarlo, pero también no sentirlo.
¿Qué eres placer? Eres como ella.
No puedo definirte, no quiero limitarte y entender lo que eres,
por temor a equivocarme en el concepto,
o a tener la razón al ilustrar tu definición.
Tú eres mi placer.
Probarte es algazara pura,
investigar que sabor tienen tus estados de ánimo,
degustar tus labios una y otra vez,
hasta conocer el verdadero picante de estos,
ser catador de tus limites, de tus miedos, de tus fallas,
cónyuge de tus misterios, ajusticiador de sinsabores.
¿Y qué? ¿Ahora qué hago?
Se me acabaron los verbos, los sinónimos,
se esfumaron los artículos y predicó sin adverbios,
¿Enuncio sin pronombres? ¿Inicio sin conectores?
Segrego a los sustantivos y ya, sólo queda calma,
nada, esa nada a la cual huyo, esa nada es lo que queda,
así se siente la distancia, entre encuentros, entre nosotros.
Si en mis cinco sentidos no te encuentro, ¿Ahora qué?
La necesidad dicta más, y más y más y mucho más,
¿Qué tan desesperado hay que estar para evadir la cordura?
Tú.
Para encontrarte debo ser más.
Unir cada sentido, acoplar cada misterio, atar cada cabo.
Debo abrirme, a toda posibilidad y lógica,
incluso a casualidades, de esas que penetran la razón.
Debo expandirme, llenar cada incongruencia,
estar sobre cada punto, cada huella, cada rastro,
ser detective de la causa, porque la respuesta eres tú.
Debo trascender, de un plano que me limita,
donde pueda escuchar tu cuerpo efimero y no sólo verlo,
donde pueda ver tu perfume fugaz y no sólo captarlo,
donde pueda oler tu presencia, tu estancia y no sólo palparla,
donde pueda tocar tu placer y no sólo probarlo,
donde pueda degustar tus palabras a destiempo y no sólo oírlas.
Te maldigo y te agradezco, eres la mentira más real que habito,
eres una religión, 
pues sin puntos totalmente validos, logras mantenerme fiel.
Y sobre el encontrarte ya lo decidí, si puedo,
no hay manera de enjaular lo que es libre, 
siempre hallará la forma de escapar de su prisión.
Y el secreto no estaba en hallarte para eso hay que ser básico,
pero esos que no estamos cuerdos logramos ver más allá,
por eso doy pie a mi sexto sentido y te percibo,
a ti, a esto,
pues te percibo para encontrarte, no para buscarte,
y en respuesta a ello ahí estás, tan poco cuerda como yo,
tan perfectamente ideal,
con defectos que te hacen ver tan normal como cualquiera,
pero se equivocan, eso lo ve el que no capta,
nada se parece a ti, nadie se asemeja a ti,
un magistral laberinto, un invaluable espectáculo.
Y eso es sólo lo que me atrevo a describir.