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lunes, 19 de marzo de 2012

Diez horizontes.

Viví aquella tarde en uno de sus diez horizonte,
su pálido rostro postrado a la caricia del sol,
su sonrisa efímera abismada entre charcos de olvido.
Su nombre era viento,
y suspirada, siempre la hallaba entre sonrisas, perdida.
Ya había vivido siete primaveras de atardeceres;
dos disfrazados de amor,
uno vestido en la lujuria,
y cuatro envuelto en placeres.
Tres de sus diez horizontes los habité en un verano;
fogoso, ardiente y distante.
Uno asechado por coyotes,
vigilado por conejos,
y habitado por poetas.
Otro expresando su nombre,
Cautivaba con su sol lo ardiente de un corazón aislado en rebeldía.
El tercero habitable de noche,
era un desierto con lomas hechas de espejismos,
dominado por lo frío de su nombre,
conseguía abrasar almas dolientes,
ausencias en pena, vueltas soledad,
gema en bruto que forjada al compás de un silencio que grita un "Te extraño".
Viajé al mar en busca de cinco horizontes,
cada uno, alguna isla.
Lamentos, pecado, dolor, éxito y fracaso.
Cada uno cito un consejo,
el poeta idolatrando las letras,
siguió a paso de pantera cada huella sobre la grama.
Lamentos y pecado eran las islas gemelas,
una arrojaba a la otra,
había forma de evadirlas,
pero no de escapar, o al entrar, salir de ellas.
Dolor era virgen, casta,
una isla que nadie quería habitar,
lamentablemente, el hecho de pecar los hacía ser huéspedes de lujo.
Entré a éxito,
fui un viento que llega y se va al compás de una flauta,
una corriente pasajera, que no vuelve.
Ella me dijo "Sigue avanzando, sólo pocos pasos separan a fracaso de mí".
Quien toma el camino correcto, halla laberintos,
quien no, sigue el camino más corto y se pierde en el horizonte.
Me fui al visitar a fracaso,
de todas, era la más habitada.
Generalmente por muchos que ven una gran escalera y solo llegan a unos cuantos escalones.
Mi viaje culminaba, sin ti,
Tu ausencia vacilaba de manera constante,
la hallaba enredada entre trazos de tinta.
Antes de llegar a ella pasé por un laberinto,
su nombre era "Locura".
Se dice que pocos salen al entrar.
Inicié mi camino dentro de él,
las huellas se perdían en la angustia,
al igual que la esperanza, desaparecida en la otredad,
quien no acepta su locura perece en ella,
sólo así pude salir, aceptando,
después de todo, de músicos, poetas y locos todos tenemos un poco,
yo, como buen atribuido, orgulloso he de decir que esa frase me abarca.
Salí y te vi fuera de cada horizonte,
postrada en la cama de la habitación más hermosa del castillo,
desnuda en alma, en voz y en persona,
sumando segundos, que reflejan el tiempo que costó hallarte,
pero al fin lo logré y reclame mi premio, tu compañía.
Te hice el amor en el décimo horizonte,
sus proporciones eran de un hermoso paisaje,
dos bellas y habitables montañas,
curvas de guitarra que se paseaban de pies a cabeza,
ondas de un mar no muy oscuro, te daban al inicio de ti, cerca del rostro.
Iniciamos la obra de arte, de amor, de vida.
No existían límites,
no los existen al cruzar el último horizonte,
muchos le llaman amor, pero se confunden,
yo le llamo "Mía" le llamo "Tu piel".

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