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domingo, 20 de noviembre de 2011

Una vez lloré...

Me inscribí en ese lamento profundo que cree al dejarte, fui creciendo lentamente por el sendero más solo, imité cuan perfecto mimo una obra sin sentimientos, por no tenerte y para hacerme daño. Para no pensar en ti comencé a tragar espinas, que quedaron incrustadas en cada cuerda que expande esa mi caja de voz, sin aliento para hablar, sin ánimos para reír, sin paciencia para escuchar, sin valor para afrontar que ya no quería pensar, sin perspectiva para ver, sin fe para lograr creer.
Me encontré incrustados segmentos de momentos en mi alma, que tras minuciosas lecturas de mi mente fui lisando con olvido uno por uno hasta no quedar nada, sequé mis ojos llenos de recuerdos, recuerdos que disfrazados de lágrimas querían invadir mi ser y que solamente lograban dañar más un corazón que sufría por estar deteriorado. Te busqué del inicial al culminante suspiro de humo, hasta el último cigarrillo que se encontraba guardado en esa caja nociva para esta mi mente débil. Te di el nombre de "Ella". 
Ella por la cual sufro... Ella por la cual lloro... Ella por la cual me levanto... Y...Ella por la cual vuelvo a caer.
Con suspiros me alejaba al atardecer que no dibujaba mi pensamiento, por estar tan abollado con realidades que me distraen de ese sueño en cual quise vivir. Invadía todo mi ser el éxtasis que percibía el pensar que podía sentirte cerca, cada sonido desnudo que violaba la tranquilidad de mis oídos escuchando tu voz diciéndome "¿Dónde estás?" me hacía pensar que donde sea que estuvieses hasta ya se escuchaba el palpito desesperado de mi corazón que buscaba tranquilidad, pero no la conseguía por el hecho de no estar contigo.
Seguí escribiendo con tintas sin brillo en un trozo de papel, plasmaba sentimientos para poder sentir, escribía emociones para poder reír y para poder llorar, desgarraba mi ser en cada una de las letras, me sentía solo y al mismo tiempo acompañado con esta gran soledad, mi habitación se transformo en una diminuta esquina oscura, mi única comida era la poesía gastada que siempre soñé en recitarte, porque me tuve que tragar desde cada hipérbole hasta cada metáfora.
Se gastaron mis murmullos, mis gemidos y los suspiros profundos se convirtieron en lamentos escasos, pasé de pensar genialidades diminutas de manera recurrente, a idear estupideces sin sentido que abarcaban una noche e inicios de una mañana.
Tras idea e idea gastada, decidí dar punto final a mi vida, vida que no me servía de nada sin ti a mi lado, lado que nadie más lograba ocupar y que cuando se veía ocupado por alguien más iniciaba un conteo regresivo para nuevamente verse solo, una noche tras no dormir no desperté una mañana, sino que seguí de largo y al transcurrir los segundos todo se fue volviendo un ciclo, pactaron mi conciencia y mis impulsos para dar fin a una vida de miserias y en el momento cúspide de mi partida callo el cuchillo, la cuerda no se tenso y la bala no salió disparada, en ese momento me vi al espejo y pregunte "¿Por qué?" y mi reflejo me dijo "No puedes matar a quien ya está muerto, puesto que aunque por fuera permanezca vivo, por dentro que es donde importa ya falleció tiempo atrás". 

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